Del buen suceso que el valeroso Don Quijote tuvo en la espantable y jamás imaginada aventura de los molinos de viento
En esto descubrieron treinta o cuarenta molinos de viento que
hay en aquel campo, y así como Don Quijote los vió, dijo a su escudero: la
ventura va guiando nuestras cosas mejor de lo que acertáramos a desear; porque
ves allí, amigo Sancho Panza, donde se descubren treinta o poco más desaforados gigantes con quien pienso hacer batalla, y
quitarles a todos las vidas, con cuyos despojos comenzaremos a enriquecer:
que esta es buena guerra, y es gran servicio de Dios quitar tan mala simiente de sobre la faz de la tierra. ¿Qué gigantes?
dijo Sancho Panza.
Aquellos que allí ves, respondió su amo, de los brazos largos, que los
suelen tener algunos de casi dos leguas. Mire vuestra merced, respondió Sancho,
que aquellos que allí se parecen no son gigantes, sino molinos de viento, y lo
que en ellos parecen brazos son las aspas, que volteadas del viento hacen andar
la piedra del molino. Bien parece, respondió Don Quijote, que no estás cursado en esto de las aventuras; ellos son gigantes, y si
tienes miedo quítate de ahí, y ponte en oración en el espacio que yo voy a
entrar con ellos en fiera y desigual batalla. Y diciendo esto, dio de
espuelas a su caballo Rocinante, sin atender a las voces que su escudero Sancho
le daba, advirtiéndole que sin duda alguna eran molinos de viento, y no
gigantes aquellos que iba a acometer. Pero él iba tan puesto en que eran
gigantes, que ni oía las voces de su escudero Sancho, ni echaba de ver, aunque
estaba ya bien cerca, lo que eran; antes iba diciendo en voces altas: non
fuyades, cobardes y viles criaturas, que
un solo caballero es el que os acomete. Levantóse en esto un poco de viento y las grandes aspas comenzaron a
moverse, lo cual visto por Don Quijote, dijo: pues aunque mováis más brazos
que los del gigante Briareo, me lo habéis de pagar.D.Quijote
Miguel de Cervantes
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Porque hay quien ve gigantes donde solo hay molinos, que naturalmente mueven sus aspas al viento de forma inofensiva.
Se le ha quedado atrapada la cabeza por su tozudez entre las aspas, y sigue atascada y presa y quiere que otro le libere. Además no cesa en justificar su comportamiento desmedido y su enajenación.
Y la manera de salir de esta equivocación es por sí mismo y no con otra triste aventura. Que le llegue la cordura¡¡ aunque sea al final de sus días.
Porque la locura hace estragos sin mesura, en las mentes enfermas e inseguras y en los que se acercan a estos desairados.
Es aquel que se siente grande porque va a caballo, frente a los que van caminando. Que conoce el arte de la palabrería grandilocuente y sin contenido y se atreve a dar consejos en mal verso a diestro y siniestro. Empeñado en ser el salvador de quien no se siente en peligro o tal vez, su fin último sea en realidad atacar con su lanza, a supuestas vilezas humanas. Cuidado con esto...
Son tantos los que le dicen a D.Quijote que cese en su cruzada por el bien de todos de una vez. Son tantos los que lo ven un loco. Pero no cesa empecinado en luchar contra molinos. Aunque le sigue Sancho que le apoya fielmente.
Pobre D.Quijote, enjuto o no, altivo y elitista, a la defensiva siempre, con su armadura puesta infranqueable y su espíritu de guerra, que le hará daño.
Que lleva casi al aire la sesera, por su poco pelo, de no ser por su cacerola de hojalata y de ahí su ilógico comportamiento al sufrir el calor del sol y le hace una estampa ridícula.
Pobre molino, que salieron rotas sus aspas de la aventura.
Y luego el pobre Sancho, siguiendo a su D.Quijote siempre a la sombra y protegiéndolo de las adversidades. Porque D.Quijote no puede hacer su andadura solo. Ante su particular cruzada, ha de ir sobreprotegido de armadura, escudo protector y escudero que lo socorre una y otra vez.
Pobres dos, caballero y escudero.
Pobre D.Quijote y su gran Mancha.
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